SEXOLOGÍA SUSTANTIVA

La Sexología Sustantiva recupera la tradición europea del «sexo que se es» que se forjó en el primer tercio del siglo XX y produjo una Teoría de la Intersexualidad aún germinal que, en palabras de Gregorio Marañón (1930), afirmaba: “lo masculino y lo femenino no son dos valores opuestos, sino grados sucesivos de una función única: la sexualidad” (…) “El sexo de cada individuo, aun del normal, es un sexo doble; y cada uno de los dos sexos que lo forman evoluciona por separado, con una cronología típica y poco variable”. 


Siguiendo aquel hilo, tratamos de comprender cómo son y cómo interactúan los seres sexuados (con sus diferencias, sus diversidades y sus singularidades). 

INTEGRANDO SABERES FRAGMENTARIOS Y DISPERSOS

El saber sobre el sexo está constituido por multitud de conocimientos que, aun siendo veraces y rigurosos, permanecen inconexos y dispersos por las diferentes ciencias. Cada disciplina aborda «lo sexual» desde alguno de sus múltiples aspectos (psicológicos, biológicos, sociológicos, políticos, legales,...). De esta suerte, puede decirse que existen diversas y dispersas «sexologías adjetivas» (la médica, la psicológica, la sociológica, la biológica…) cada una de las cuales aborda «su» aspecto sexual desde «su» peculiar perspectiva. Por eso parece que hay muchos aspectos sexuales que resultan, entre sí, incoherentes. Incluso parece que, por debajo de este montón de aspectos no hay nada que merezca ser nombrado y estudiado. Ahora bien, cuando se abordan estos mismos aspectos sin desgajamiento alguno y desde una única perspectiva, emerge un objeto epistémico que resulta complejo pero es comprensible y  coherente. Es por ello que estamos produciendo una disciplina que, usando un marco teórico propio y empleando un método holístico e integrado, estudia este objeto, el sexo, abordándolo desde su integridad, su totalidad y su complejidad. 


Para llegar a comprender el sexo hay que estudiar sus diferentes historias; especialmente: la historia del Hecho y la historia de la Idea. Respecto de lo primero, trataremos de desentrañar cómo le ha ido al sexo a lo largo de la evolución de la Vida (desde las bacterias hasta los chimpancés). También trataremos de comprender cómo los humanos recogimos una herencia mamífera para humanizarla durante la larga historia de la especie Homo (desde los primeros homininos hasta los últimos cazadores-recolectores). 


Finalmente, hemos de comprender cómo se va forjando el sexo singular de cada ser sexuado a lo largo de su biografía (desde la concepción hasta la muerte). Respecto de lo segundo, la idea de sexo, trataremos de comprender las diferentes nociones y teorías que sobre el sexo se han ido elaborando a lo largo de toda la historia del pensamiento occidental (desde los presocráticos y los primeros libros de la Biblia hasta la investigación actual). Laborando de esta manera, vamos ensamblando saberes que permanecen dispersos a lo largo y ancho de las diversas disciplinas y vamos trenzando materiales que provienen del pasado y van emergiendo gracias a la investigación más reciente. Con estos ingredientes ya estamos cocinando una ciencia de los sexos que no es un almacén interdisciplinar de saberes sexuales dispersos pero tampoco es una «rama» o una «especialidad» de ninguna otra disciplina.



EL SEXO COMO VALOR Y LOS VALORES SEXUALES

Como ya advertía Hacellock Ellis hace más de 100 años, cuando se estudia y comprende  un objeto, emerge otra forma de mirarlo y de verlo. 

Efectivamente, cuando se estudia y se comprende lo sexual desde una epistemología propiamente sexológica también emerge otra forma de mirar y de ver lo sexual. Por decirlo con sencillez: deja de ser una lacra y un problema para empezar a ser un valor y una solución; deja de ser una cuestión de prevención y para pasar a ser una cuestión de promoción. Así, emergen nuevas formas de entender la praxis profesional (luego surge otra forma de hacer terapia, asesoramiento o educación). 

Por ejemplo, quedan en entredicho las intervenciones preventivas que tratan de evitar abusos, infecciones y embarazos y adquieren valor las intervenciones que promueven buenos usos, buenos tratos, buenos modos, buenas intenciones; aquellas que procuran sinergia intersexual. Se trata de «promover lo bueno»  (más que «evitar lo malo»). 

Esta formación va a servirte para conocer, considerar y valorar a las mujeres, a los hombres y a sus interacciones. Incluso: a las mujeres en tanto que mujeres (con sus muchos y diversos modos de ser mujer, desde los más femeninos hasta los más masculinos), a los hombres en tanto que hombres (con sus muchos y diversos modos de ser hombre, desde los más masculinos hasta los más femeninos), a sus interacciones, públicas e íntimas, en tanto que sexuales y sexuadas. Vas a dejar de verles como personas (esto es, seres humanos desposeídos de su sexo) para empezar a verles como: sujetos sexuados, sexuales, eróticos y hedónicos que, en lo íntimo, suelen hacerse amantes, gozar, formar parejas y procrear; y que, en lo público, constituyen juntos y en inestable equilibrio de poderes y complicidades, de deseos y deberes, de atracciones y rechazos... la humanidad toda.



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